Más repercusiones! Christian Alarcón, para Debate

La otra pastilla
Por Cristian Alarcón

Todo lo que querés saber sobre cómo hacerte un aborto con pastillas es un libro color fucsia, una especie de guía clara y concreta de la Editorial El Colectivo que ha estado circulando desde hace un tiempo en la calle, en el barrio, en la villa, en las escuelas y en los hospitales. El domingo 24 se presentó a sala llena en la Feria del Libro en medio de amenazas y rumores de posibles piquetes fundamentalistas. Un público atento, que incluye a quienes lo consultan por Internet, amenaza también, pero con convertirlo en un best seller
Son doce mujeres lesbianas y feministas en acción. Por
 lo que han hecho y por lo que hacen parecen ciento veinte. Son doce chicas jóvenes, porteñas y venidas del interior, profesionales, aunque ninguna médica, las que han gestado y gestionado la más revolucionaria y efectiva práctica para facilitar el aborto con pastillas para el día después a las mujeres que más lo necesitan. Lo hicieron a pesar, no sólo de la ley retrógrada que criminaliza a las que interrumpen un embarazo, sino al propio movimiento pro aborto que no había pasado de la loable militancia oral y escritural en el tema. Estas doce, desde la más grande y voluminosa, la que lleva la pollera más larga, hasta la más pequeña y desgarbada que parece salir recién de una fiesta Brandon, saben lo que hacen. Han estudiado para ello y sin médicos ni comité científico, con googlear y volver a googlear en Internet seleccionando la buena información de la basura, construyeron ese objeto tan kitsch y fucsia que de lejos parece más un disco de las Kumbia Queers que el instructivo profesional, didáctico, muy bien escrito sobre cómo abortar con misoprostol que es.

Todo lo que querés saber sobre cómo hacerte un aborto con pastillas, Editorial El Colectivo, es un hit que lleva un tiempo en la calle, en el barrio, en la villa, en las escuelas y en los hospitales. Tanto ha andado, tanto ha circulado, que el domingo, en la sala Alfonsina Storni de la Feria del Libro, no queda espacio para un solo lector más. Hasta los infiltrados de las organizaciones católicas se amontonan al fondo junto a la bandera de los siete colores.

Verónica Sánchez vino de Pergamino después de recibirse de trabajadora social y se entregó a la lucha. Fundó junto a otras mujeres el grupo Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto y de a poco su tiempo se fue yendo en pensar el asunto y diseñar acciones. En contacto con Mujeres en las Olas, la organización holandesa que navega en un barco-clínica hacia los países del mundo donde el aborto está prohibido para interrumpir los embarazos a bordo y en aguas internacionales, Verónica y sus compañeras se inspiraron para lanzar una línea telefónica de ayuda específica. Se capacitaron durante meses y, cuando se sintieron en condiciones de responderlo todo sobre el tema, largaron una pequeña campaña que al comienzo fue tímida y precavida. “Los que nos enterábamos pensábamos  que podían ir presas”, dice en plena presentación del libro la activista trans Marlene Wayar, directora de la Revista El Teje.  Y la platea sonríe y ríe, ahora que parece, en la sala Alfonsina del domingo, que no estaban tan locas, que esos 150 reunidos aquí, acalorados por el debate, creen no sólo posible que esto ocurra, sino que sea exitosa la campaña nacional y kirchnerista por un Aborto Nacional y Popular. Porque estas doce que vienen de una variada gama de la militancia social y GLTTB, de una izquierda que, como muchas otras, ahora está a full con Cristina Kirchner, dicen adónde van: “Profundizar el modelo es aborto legal”.

Es un domingo de poca gente en la Feria. Al llegar desde los bosques de Palermo, bajo la última luz de la tarde se cruzan los skaters y los patinadores salvajes con sus brazos quebrados, haciendo sonar el cemento de la Rural y las familias de mate y canasta dominguera, con niños, cansados del domingo, esperan frente a la parada del colectivo. No hay filas. No hay prensa. No hay escuelas. Los ladrones de libros contienen un tanto la avaricia que desatan los días de amontonamiento. Son dos hermanos de La Plata que prefieren intentar un último atraco silencioso en lugar de subir a la sala Alfonsina a ver si vienen los católicos ultra y hay quilombo. Llevan unos diez en cada mochila. El último de la noche será la poesía completa de Zelarayán. En el stand de El Colectivo, atendido por un chico modelo Nacional Buenos Aires, los manuales salen como un best seller. Sólo en el encuentro de mujeres de Paraná el libro vendió tres mil ejemplares.

Más impresionante es su performance en Internet: lo bajaron quince mil veces. En la mesa de presentadores habla la periodista Lucía Álvarez y cuenta que, durante las primeras entrevistas con estas chicas en un bar, no podía dejar de mirar para el costado, le ganaba el miedo. A pesar de tener una madre feminista que dijo públicamente haber abortado, el silencio la tomaba, dice, y lanza una primicia: esa misma tarde, una fuente, el titular de la Comisión de Legislación Penal, Juan Carlos Vega, le confirmó que a mediados de mayo se vuelve a tratar el tema en Diputados. “Sin el aborto la misión no está del todo cumplida”, lanza al final, hablándole a la concurrencia, que se adivina mayoritariamente K y aplaude a rabiar.

Habla entonces el editor, un tipo simpático que cuenta cómo dejan copiar sin drama el libro y que es consciente de que el espacio de la Feria no es el que más ha frecuentado. La última vez que estuvo allí fue para escrachar al gobierno de la Ciudad. “Sabemos que la cultura no tiene una cita al año y menos en la Rural, pero está bueno estár acá”, dice y conquista, además de instalar la idea que campea la tarde y la noche: la batalla cultural por el aborto nacional y popular. Desde ahí habla también Claudia Perugino. De larga militancia en la pelea contra la maldita policía, la abogada de Lomas de Zamora ahora milita en Todas con Cristina y desde ahí insiste: “No vemos por qué en épocas de elecciones no se puede debatir un tema que es clave si queremos profundizar el proyecto”.  Para cerrar, repite la vieja consigna pro aborto “en reconocimiento a nuestras ancestras”. Se refiere, parece, a las más insignes feministas. La, a esta altura solvente, conductora de acto, Verónica, trata de amainar: “Bueno, ancestras y no tan ancestras, se van a enojar”, dice risueña. Verónica ya conoce el paño. El aterrizaje en el movimiento de mujeres no fue fácil. Al principio les decían que qué hacían unas lesbianas hablando del aborto, qué carajo tenía que ver. Lo cierto es que las chicas no son de andar dejando un espacio libre sólo porque no las miren con simpatía. La mayoría de las liderezas del movimiento feminista, las organizaciones de mujeres populares y hasta los médicos de la ciudad y del conurbano, se pusieron de su lado cuando en julio de 2009 lanzaron la línea.
Por ahí andan las que atienden el teléfono, son ésas que parecen salidas de la Brandon Gay Party. Desde que comenzaron hasta hoy, son más de ocho mil las mujeres que llamaron preguntando cómo usar el misoprostol durante las primeras doce semanas de embarazo. Entrenadas, empáticas y simpáticas con las chicas y mujeres que se comunican, logran tranquilizar dando información en lengua materna a pesar de estar hablando del aborto. Esa construcción conservadora según la cual el aborto es muerte y tragedia también cae con estas jóvenes. Por ahí se escucha hablar de amor y no de muerte, y se repite un mantra, como el de nacional y popular. Amor, nacional y popular, más aborto. Una locura para esos diez pibes y pibas de escuelas católicas a los que se les adivina en la facha y en la mirada oblicua no ya el deseo casquivano sino la repulsión. Aguantan hasta casi el final. Cuando Verónica advierte a la platea que las doce del grupo no están todas dentro de ella y llama a sus compañeras a pasar al frente. Es la hora del coming out, les dice.

Los otros se escabullen entre los del fondo y salen. Algunos creemos que se irán. Que hay veces en que se percibe un pequeño triunfo de manera tan evidente, tan irrefutable, que en lugar del escandalete que tenían pensado -y que fue un rumor todo el santo domingo- se van. Hay más palabras del público, donde abundan los jóvenes militantes, muchos maestros de bachilleratos populares, de laburos con mujeres en villas, en barrios. Uno pregunta por aquí y la chica es de Feminismo Irreverente, o por allá y es de Desobediencia y Felicidad.  La noche llega con música, la grabaron ellas. Es algo cadencioso y latino, algo cercano a las Kumbia Queers. Algo de eso había, algo como lo que pusieron en la contratapa del manual, como esa Barbi con pañuelo arriba de un descapotable color chicle a la que desde un globito le preguntan: “¿Y a vos cómo te fue, Barbi?” y ella, sonriente, contesta: “¡Bárbaro!”. Los diez nenes de escuelas católicas intentan un numerito en la puerta. Reparten volantes sin firma en los que advierten sobre la pena de cárcel que merece el aborto. Rodeados, miedosos, se van, y, al cruzar la puerta, lanzan los volantes al viejo grito de ¡viva la patria!

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